Obra. Dirigido por Isabel Spencer presentó ‘La casa de Bernarda Alba’
El sonido melancólico de las campanas impregna la casa de
Bernarda Alba, quien reunida junto a sus hijas, declara con voz
autoritaria y gesto desafiante: “En ocho años que dure el luto no ha de
entrar en esta casa el viento de la calle, hacemos cuenta que hemos
tapiado con ladrillos, puertas y ventanas”. Con esta sentencia cerraba
Bernarda el paso a la luz, a la esperanza, al amor, a la vida, y abría
el camino a la destrucción, a la tragedia, a sus cinco hijas en “edad de
merecer”.
El grupo teatral “Maleducadas” compuesto por nueve jóvenes actrices, dirigidas por la experimentada Isabel Spencer, apuestan por un teatro alternativo, y escogen para su estreno la conocida obra de Federico García Lorca “La casa de Bernarda Alba”, obra de gran contenido dramático, evadiendo así el camino fácil de la comedia vacua, tan común en nuestros escenarios.
La escogencia de una pieza de tal envergadura significaba un verdadero reto para la joven agrupación, pero bien valía la pena explorar las diferentes vertientes de la dramaturgia clásica, asumir la riqueza de sus personajes, y realizar teatro de calidad.
La escenografía minimalista, en blanco y negro –vida y muerte– recrea la casa de Bernarda. El encierro en el que se exacerban las pasiones de las hijas, más allá de lo físico, se constituye en símbolo.
Las actuaciones. Bajo negro atuendo, árida como “un pueblo sin río”, implacable y castigadora, Bernarda no tiene reparos. Karina Valdez asume este personaje en una actuación lineal, donde las estereotipias del gesto son más elocuentes que sus palabras; hay en esta actriz en ciernes una presencia escénica cautivante y un talento a desarrollar.
Johanna González como “La Poncia”, rol ambivalente que encierra la picardía de la sabiduría popular, logra un buen desempeño, y produce instantes de hilaridad. Un maquillaje más apropiado la hubiese acercado más a la criada protegida de 60 años.
Paloma Palacios asume el personaje de “Martirio”, proyectando las perversiones del alma anidadas en su cuerpo deforme.
La actuación sumisa de Luvil González, se adecua a la personalidad de “Angustias”, la mayor de las hijas, quien se aferra a la figura omnipresente de Pepe el Romano, -burlador de la vigilancia materna- para su liberación y soltería. “Adela”, la más joven, renuente a la sumisión, quiebra el valladar que aprisiona su pasión. La interpretación de la actriz Cindy Galán es buena, convincente.
Licelot Nin y Yandira de la Rosa, “Magdalena” y “Amelia”, respectivamente, logran buen desempeño. Robelitza Pérez, encarna con acierto a María Josefa, madre de Bernarda, cuyo encierro ofrece una nueva faceta de la tiránica personalidad de Bernarda Alba.
ZoomDe la obra
Puesta en escena. Mantiene un ritmo adecuado, con momentos de gran plasticidad. La música, si bien apropiada, tuvo algunos inconvenientes.
Isabel Spencer logra la unidad de las partes, unificando los tres actos en un todo verosímil. Buen inicio de “Maleducadas”.
El grupo teatral “Maleducadas” compuesto por nueve jóvenes actrices, dirigidas por la experimentada Isabel Spencer, apuestan por un teatro alternativo, y escogen para su estreno la conocida obra de Federico García Lorca “La casa de Bernarda Alba”, obra de gran contenido dramático, evadiendo así el camino fácil de la comedia vacua, tan común en nuestros escenarios.
La escogencia de una pieza de tal envergadura significaba un verdadero reto para la joven agrupación, pero bien valía la pena explorar las diferentes vertientes de la dramaturgia clásica, asumir la riqueza de sus personajes, y realizar teatro de calidad.
La escenografía minimalista, en blanco y negro –vida y muerte– recrea la casa de Bernarda. El encierro en el que se exacerban las pasiones de las hijas, más allá de lo físico, se constituye en símbolo.
Las actuaciones. Bajo negro atuendo, árida como “un pueblo sin río”, implacable y castigadora, Bernarda no tiene reparos. Karina Valdez asume este personaje en una actuación lineal, donde las estereotipias del gesto son más elocuentes que sus palabras; hay en esta actriz en ciernes una presencia escénica cautivante y un talento a desarrollar.
Johanna González como “La Poncia”, rol ambivalente que encierra la picardía de la sabiduría popular, logra un buen desempeño, y produce instantes de hilaridad. Un maquillaje más apropiado la hubiese acercado más a la criada protegida de 60 años.
Paloma Palacios asume el personaje de “Martirio”, proyectando las perversiones del alma anidadas en su cuerpo deforme.
La actuación sumisa de Luvil González, se adecua a la personalidad de “Angustias”, la mayor de las hijas, quien se aferra a la figura omnipresente de Pepe el Romano, -burlador de la vigilancia materna- para su liberación y soltería. “Adela”, la más joven, renuente a la sumisión, quiebra el valladar que aprisiona su pasión. La interpretación de la actriz Cindy Galán es buena, convincente.
Licelot Nin y Yandira de la Rosa, “Magdalena” y “Amelia”, respectivamente, logran buen desempeño. Robelitza Pérez, encarna con acierto a María Josefa, madre de Bernarda, cuyo encierro ofrece una nueva faceta de la tiránica personalidad de Bernarda Alba.
ZoomDe la obra
Puesta en escena. Mantiene un ritmo adecuado, con momentos de gran plasticidad. La música, si bien apropiada, tuvo algunos inconvenientes.
Isabel Spencer logra la unidad de las partes, unificando los tres actos en un todo verosímil. Buen inicio de “Maleducadas”.
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